Alberto Lago

Manzanillo (Colombia)

Natural de la ciudad de Manzanillo (Granma) –núcleo del que proviene un segmento importante de la pla?stica cubana ma?s actual-, Alberto Lago curso? sus estudios en la Academia de Artes Pla?sticas de Holgui?n y en el Instituto Superior de Arte, en La Habana. Siendo todavi?a estudiante universitario, encontro? una li?nea de trabajo que desarrolla de forma sostenida hasta la actualidad. Con un sello estili?stico absolutamente personal, Lago explora conceptos relacionados con la experiencia subjetiva de la felicidad humana y todos los estados que a ella se asocian: la tranquilidad, el placer, el deslumbramiento, el e?xtasis, la euforia, el bienestar, la alegri?a, etc. Las connotaciones relativas de muchos de estos conceptos se relacionan con la presencia de una dualidad que permea toda la obra del pintor: el contrapunto entre la experiencia real y la experiencia que, a trave?s del arte, es sublimada en el recuerdo o en la imaginacio?n; sin excluir la posibilidad de que ambas se fabriquen mutuamente.
La vivencia humana de la felicidad ha sido un tema que ocasionalmente trataron artistas como Henri Matisse, Paul Gauguin, Marc Chagall y otros. Alberto Lago bebe de estas fuentes, pero tambie?n de la visualidad psicode?lica de los an?os sesenta y de las diversas corrientes del neoexpresionismo. En su pintura se combina lo abstracto con lo figurativo y casi cada elemento esta? construido a partir de un repertorio de signos ma?s o menos estereotipados por la cultura (happy faces, corazones, estrellas, flores, etc.), conectados a la impronta del bad painting norteamericano. Todo el espectro croma?tico se utiliza de manera desinhibida pero cuidando de evitar la estridencia a partir de la mezcla con blanco. El resultado, sobre todo en el caso de los paisajes, es el de una “armoni?a ruidosa” que lo engloba todo.
La obra de Lago tiene adema?s una caracteri?stica que la distingue en el panorama pla?stico cubano contempora?neo: esta? pintada casi de forma exclusiva con pigmentos fluorescentes, por lo que los lienzos se transfiguran bajo el hechizo de la luz negra. La vocacio?n escapista –que este pintor tiene plenamente asumida como postura vital frente a una realidad que considera agresiva y ci?nica- alcanza asi? su paroxismo no ya en la creacio?n de un tipo determinado de ima?genes, sino en la creacio?n de una atmo?sfera casi fanta?stica que invita al espectador a participar de su irrealidad.
Laura Daranas.

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